16 ene 2020

Carta de Roosevelt a Franco. Correspondencia entre Churchill y Franco

Lema del blog: "No busquen la verdad en palabras o escritos de los que ejercen el poder o cobran por su función amarilla"

Madrid, 21 diciembre 1959. Eisenhower y Franco con el pueblo español



Las relaciones de España con el mundo Occidental en los periodos de 1936 a 1959 y de 1959 a 1975 se han valorado mal por la interesada actitud de los medios de comunicación que siempre buscan y buscarán buenos y malos, tanto en la política como en la sociedad; y como España durante esos tiempos no poseía un régimen asentado en la democracia capitalista, España tenía que ser considerada como una sociedad oficial incómoda para los occidentales no socialistas.
"El fin", foto Mark Redkin

Sin embargo, un gran porcentaje político en el mundo correspondía al socialismo, que en aquellos era intransigente con el régimen de España. El más agresivo de ellos lo constituía el soviético que, incluso, provocó disturbios y asesinatos en España con la actuación de los maquis, pero fracasó no solo en el aspecto militar sino en el social, ya que el pueblo español no se levantó lo más mínimo contra la España oficial. 
Otro tipo de actitud socialista, más suave con España, fue la ejercida por Sartre, Diego Rivera, Picasso, John Dos Passos, Antonio Machado, Pablo Neruda, Italo Calvino, Hemingway y otros muchos profesionales que anhelaban que viviésemos en un mundo socialista, en el paraíso socialista, un socialismo moderado que en su día marcó Lenin con su leninismo; proyecto que en Estados Unidos se erradicó con firmeza en su papel de conservador de la cultura occidental o cultura cristiana.
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Mucho se cuidaron los líderes demócratas en no sostener cualquier tipo de amistad con la España oficial, pues si lo hacían perderían votos en las legislativas. Pero Estados Unidos y el Reino Unido, los líderes de Occidente, desoyeron a los soviéticos, que desde Stalin con sus maquis españoles a Kruschev y su amenazador zapato en la ONU, exigían la supresión del régimen español.
Ilustración de Howard Gerrad, 23 octubre 1942
Asalto a la acería Octubre Rojo, Stalingrado
Principio del final de la WWII en Europa


Esos líderes occidentales valoraron con justicia la negativa insólita de Franco a Hitler acerca del paso por España de la Wehrmacht para tomar fácilmente Gibraltar, cerrando así el Estrecho, con la consecuente victoria y desarrollo del Afrika Korps, que próximo a Stalingrado con todo el combustible preciso, hubiese dado un giro rápido y radical a la batalla, y el VI Ejército de Von Paulus y el Afrika Korps se habrían añadido a otros ejércitos alemanes ante las disminuídas tropas soviéticas al ser derrotadas en Stalingrado. La Werhmacht hubiera resultado vencedora. La guerra en Europa solo se habría acabado con otro Hiroshima en Alemania, página muy lamentable para las democracias, sus razones y sus valores.
La correspondencia adjunta valora con claridad el respeto de los responsables occidentales por Francisco Franco y su régimen español:

Carta de Franklin Delano Roosevelt a Franco

El mismo día en el que desembarcaban las tropas estadounidenses en Casablanca para conducir a Montgomery a la victoria sobre el Afrika Korps, 8 de noviembre de 1942, Franklin Delano Roosevelt escribió a Franco una carta entregada por su embajador en Madrid, en estos términos:

"Querido general Franco: 
Envío un poderoso ejército a las posesiones francesas del norte de África.
España no tiene nada que temer por tratarse de dos naciones amigas, tanto usted como yo seguro que deseamos para nuestra amistad el que le manifieste las razones que me han forzado a tal decisión (...).
Su gran experiencia militar le hará comprender que es preciso que acometamos sin demora esta empresa en interés de la defensa de América del Norte y la del Sur.
Envío este poderoso ejército con el solo fin de defender a América y evitar el empleo por Alemania e Italia de estas regiones del norte de África.
Espero que usted confíe plenamente en la seguridad que le doy de que en forma alguna este movimiento va dirigido contra el Gobierno o pueblo de España, ni contra Marruecos u otros territorios españoles, ya sean metropolitanos o de ultramar. Creo también que el gobierno y el pueblo español desean conservar la neutralidad y posicionarse al margen de la guerra.
España no tiene nada que temer de las Naciones Unidas.
Quedo, mi querido general, de usted buen amigo".
Finalizaba el documento, con la firma de Franklin Delano Roosevelt.


Franklin Delano Roosevelt y Winston Churchill



Correspondencia Franco-Churchill
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Stalin. La sumisión total del
socialismo español a él, aportó
la mayor desgracia sufrida por
la nación española


La España nacional colocó al frente de su delegación en Londres al duque de Alba en noviembre de 1937. Con la descomposición del Frente Popular español y antes que finalizara la Guerra Civil, Churchiil y Franco acordaron el 8 de marzo de 1939 que el Duque de Alba fuese investido como embajador. De hecho, en aquellos días la guerra en España continuaba para así poder extraer los líderes del Frente Popular algunos beneficios, como lo era el dinero en divisas existente en el Banco de España.
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El 8 de octubre de 1944, Franco se dirigió a Churchill a través del embajador de España en Londres, el XVII Duque de Alba:
"Excelentísimo señor embajador de España en Londres.
Mi querido embajador y amigo:
El objeto de la presente es el expresarle de una manera directa clara y sincera, mi pensamiento y el de la nación española en cuanto afecta a nuestras relaciones con la Gran Bretaña, a fin de que de la manera más fiel y directa la haga conocer a nuestro buen amigo el “premier” británico.
La grave situación de Europa y el papel a que en un futuro están llamadas Inglaterra y España para el concierto del occidente europeo, aconsejan el que aclaremos nuestras relaciones, liberándolas de esa serie de reclamaciones y pequeños incidentes que desde hace más de dos años vienen enervándolas.
Las nobles palabras que en fecha reciente ha tenido ese primer ministro para nuestra nación, con repercusiones tan favorables en nuestra opinión pública, son garantía de que estas inquietudes han de encontrar un eco favorable entre las suyas.
...................Churchill y su fe en la victoria

(...)
Porque no podemos creer en la buena fe de la Rusia comunista y conocemos el poder insidioso del bolchevismo, tenemos que considerar que la destrucción o debilitamiento de sus vecinos acrecentará grandemente su ambición y su poder, haciendo más necesaria que nunca la inteligencia y comprensión de los países del occidente de Europa.
Lo que ocurre en la Italia liberada y la grave situación de la nación francesa, en la que las órdenes del Gobierno no son obedecidas y los grupos “maquis” proclaman con descaro sus fines de proclamar la República soviética francesa, para lo que dicen contar con el apoyo de la U.R.S.S., es harto elocuente en estos difíciles momentos.
La Historia nos demuestra, por otra parte, en lo que han acabado siempre los tópicos de las paces eternas y de las amistades desinteresadas; por ello las bellas palabras no pueden tener para nosotros otro valor que el de un buen deseo, el de un ideal a que nunca se llegó ni logrará llegarse.
Destruida Alemania y consolidada por Rusia su posición preponderante en Europa y Asia, así como consolidada en el Atlántico y en el Pacífico la de Norteamérica, como nación más poderosa del Universo, los intereses europeos, ante una Europa quebrantada, padecerían la más grave y peligrosa de las crisis.
Comprendo muy bien que razones militares inmediatas no permitirán a los ingleses responsables comentar este aspecto de la contienda universal pero la realidad existe y la amenaza queda pendiente.
Después de la terrible prueba pasada por las naciones europeas, sólo tres pueblos, entre los de población y recursos importantes, se han destacado como más fuertes y viriles: Inglaterra, Alemania y España; mas destruida Alemania, sólo queda a Inglaterra otro pueblo en el Continente a que volver sus ojos: España. Las derrotas francesas e italiana y su proceso de descomposición interna, no permitirán probablemente en muchos años edificar nada sólido sobre estos pueblos; hacerlo, acarrearía las mismas trágicas sorpresas que sufrieron Inglaterra y Alemania en la actual contienda.
Madrid. Puerta del Sol. Fin de la guerra


La deducción es clara: ¿es conveniente para Inglaterra y para España su amistad recíproca? No dudo en afirmarlo, y será tanto más imperativa cuanto mayor sea la destrucción que llegue a hacerse de la nación germana.
Sentada esta necesidad, pasemos a revisar nuestras actuales relaciones con Inglaterra, lo que nos llevará a no hacernos grandes ilusiones y a reconocer que no son halagüeñas, pues no obstante las nobles manifestaciones de Mr. Churchill y la buena voluntad de nuestro Gobierno, no acaba de despejarse esa atmósfera de hostilidad y desafecto que se acusan en el ambiente inglés y que vienen causando en los distintos sectores españoles reacciones naturales de defensa. Ni la Prensa, comprendida la gubernamental, ni las radios británicas, han cesado de hostilizar periódicamente a España, a su régimen, cuando no a su Caudillo, unas veces con tonos agrios y malhumorados, otras con frases o conceptos insidiosos.
(...)
No debiera Inglaterra olvidar que las relaciones actuales son una consecuencia inmediata de las del pasado, y en las del futuro han de tener una gran influencia la que ahora mantengamos.
Estimo que no debemos ocultar en ésa el que las actividades de los servicios secretos y de propaganda británicos han venido causando, al correr de estos cinco años un efecto lamentable con los organismos más vivos y sensibles de la nación, cuales son el Ejército, los servicios de Orden Público y la Falange Española, con sus tres millones de militantes. Podemos, desde luego, asegurar que no se ha descubierto maquinación ni pequeña disidencia en estos años que no haya tenido alguna relación con los agentes británicos.
(...)
Otoño de 1936. Tanques soviéticos T-26
en Yuncos, provincia de Toledo

Otra circunstancia a exponerles es la de los medios españoles en lo que hasta hoy se ha alimentado la información británica que, sin contar la que los rojos y políticos despechados le hayan podido hacer llegar, la que aquí hemos presenciado se ha alimentado, a nuestro juicio, entre los medios más frívolos e inoperantes de la nación; por ello mucho me temo que los juicios o noticias que Inglaterra tenga sobre nuestro país pequen de erróneos o de desfigurados.
Por todo ello, he juzgado indispensable, ante las necesidades futuras para nuestros países, el que procuremos, en este momento histórico, aclarar nuestras relaciones, procurando librarlas de aquel ambiente tendencioso y hostil que es incompatible con una amistad sincera en el mañana.
La guerra ha cambiado completamente el concepto de la estrategia y de la fortaleza de los pueblos; todo ha aumentado de dimensión, y si éstos no quieren verse desagradablemente sorprendidos, han de arrojar por la borda viejos prejuicios y estrechar su solidaridad continental.
(...)
Y, por último, creo que debe usted aclarar, ante la acción de los malos españoles que desde fuera de España especulan con la posibilidad de cambios interiores, que sirviendo a su pasión hicieran para Inglaterra más barato este acercamiento, que si por quimérico no debemos siquiera discutir su posibilidad, si hemos de afirmar de una manera rotunda que cualquier cambio hipotético que en este sentido se produjera, sólo serviría al interés de Rusia. En lo exterior, todos los españoles conscientes pensamos de igual manera, y la Historia demuestra no es tan difícil ganarse la amistad y el corazón de España.
Después de haberle expuesto de manera clara y fiel mi pensamiento, sólo me resta el confiar a su patriotismo e inteligente actividad el hacerlo llegar al hombre sobre quien pesan de manera más grande las responsabilidades del futuro europeo.                                                                                  
Francisco  Franco
8 de octubre de 1944”  

Hitler y Franco en Hendaya. Una entrevista trascendental


 Carta de Winston Churchill a Franco
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Franco. foto Getty Images

Aparentemente Franco con su carta se había precipitado en manifestar a Churchill su europeísmo y su antiestalinismo en unos momentos en los que la guerra en Europa estaba decidida. Franco deseaba que se considerara su pensamiento en lugar de su leve ayuda a Hitler y, sobre todo, su condición de dictador; con ello esperaba que Churchill, cabeza indiscutible de la Europa Occidental y declarado anticomunista, no tomara represalias contra el régimen político español tan pronto finalizara una guerra que tan solo la soberbia de Hitler y la estupidez alemana la mantenía.
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Churchill contestó a la carta de Franco con la única respuesta posible, cargada de realismo. Sin embargo, la carta de Franco consiguió su principal propósito: Churchill no adoptó medida alguna de relevancia contra Franco, y tampoco las tomó su sucesor, el laborista Clement Atlee, pues cuando éste inició su legislatura, el 27 de julio de 1945, el socialismo de las Repúblicas Soviéticas de Stalin ya había mostrado su cara:
 "(...)
No olvido que la actitud española no se opuso a nosotros, en dos momentos críticos de la guerra. A saber: en el momento del derrumbamiento de Francia en el año 1940 y cuando la invasión anglo-americana del Norte de África, en 1942.”
(...)
Churchill y el Duque de Alba


En la carta de V.E. al duque de Alba hay varias referencias a Rusia que no puedo dejar pasar sin comentario, teniendo en cuenta las relaciones de amistad y de alianza entre este país y Rusia. La induciría a V.E. a serio error si no desvaneciera en su ánimo la idea equivocada de que el Gobierno de S.M. está dispuesto a considerar ninguna agrupación de Potencias en Europa occidental, o en cualquier otro punto, basada en hostilidad hacia nuestros aliados rusos o en la supuesta necesidad de defensa contra ellos. La política del Gobierno de S.M. se funda firmemente en el Tratado anglo-soviético de 1942 y considera la permanencia de la colaboración anglo-rusa dentro de la armazón de la futura organización mundial, como esencial, no solamente a sus intereses sino también a la futura paz y prosperidad de Europa en su conjunto.
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Franco, London News

La extraña carta de Franco demuestra que era un gran político y un excelente intérprete de lo que significa ser un gallego, Franco, que era gallego, demostró ser un gran gallego: indirectamente a través de un tercero, amagó atacando a la Unión Soviética con su europeísmo, pero expresando con claridad su pensamiento anticomunista y esperanzas para Europa gracias a la victoria inglesa y de sus aliados. Pero buscando otra finalidad.
De esta forma, con inusual inteligencia, presteza y valentía, Franco cerró el gran y muy peligroso agujero que suponía su régimen en unos difíciles y violentos tiempos. Franco entendió que una esperada reprimenda de Churchill serviría para dejar contentos y en su sitio a ambos.
Churchill, con su regañina a Franco, aparentó lo que tenía que aparentar ante los socialistas soviéticos y obró tanto con ellos como con Franco como tenía que obrar.
La masa española con su vehemente e infantil manifestación en contra de Churchill, demostró lo que es una masa, Tanto Churchill como Franco sonrieron con la algarada celebrada en la madrileña plaza de Oriente.

Una de las manifestaciones realizadas en la plaza de Oriente


Eisenhower encabeza el visto bueno de Occidente a Franco

Franco, Juan Carlos y Carrero Blanco en el
Valle de los Caídos. Algunos han intentado
e intentan cambiar radicalmente el cariz
de la Guerra Civil y su óptima resolución.


Las palabras de respuesta Churchill pronto quedaron obsoletas. La ruptura británica con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas lo evidenciaron, entonces, la postura de la España de Franco se valoró en la medida que la historia ha explicado.
Pasado un lógico espacio de tiempo, el presidente republicano de EEUU, Dwight Eisenhower, visitó a Franco. Aquel 21 de diciembre de 1958 supuso la reentrada de España en el Occidente político con la promesa de Franco de no perpetuar a su muerte la dictadura nacionalcatólica en España, adoptándose una Monarquía parlamentaria.
Franco y Nixon, 2 octubre 1970

Justo un cuarto de siglo después, el secretario de Estado, Henry Kissinger, con una trascendental visita a España, validó esta circunstancia política de la única forma posible, debido a la preocupante gran oposición al cambio, ejercido por personas muy relevantes del franquismo, situación debida a la enfermedad de Franco que limitaba radicalmente sus funciones.
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Previamente a la visita de Kissinger, el 2 de octubre de 1970 el presidente Richard Nixon había visitado a Franco, ambos pasearon en coche descubierto por las calles de Madrid. Nixon confirmó la amistad hispanoestadounidense y se trató la sucesión de Franco en la persona de Juan Carlos Borbón.
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