8 dic 2007

Azaña, Cuaderno de La Pobleta, "España ha dejado de ser católica"

Manuel Azaña


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Al llegar el mes de octubre de 1931 se estaban definiendo los parámetros por los que se regiría España durante los próximos tiempos.
Fernando de los Ríos

Desbordado por la situación, el católico y primer ministro de Gobernación de la Segunda República, Miguel Maura, había abandonado su cargo. Mientras tanto, Manuel Azaña se había arropado con un conjunto de afiliados de su partido apoyados por las figuras políticas del Partido Socialista: Francisco Largo Caballero, Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos. Éste, el más culto de ellos, sería un eficaz colaborador de Azaña en el desarrollo del texto de la Constitución que sería aprobada durante el trascurso del mes siguiente.
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Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura, con la Derecha Liberal Republicana, el partido por ellos fundado, habían liderado el advenimiento de la República. Sin embargo, en ese octubre, su representación en el Consejo de Ministros y por tanto en la toma de decisiones, se limitaba a lo que pudiese aportar Alcalá Zamora; pero el carácter, pensamientos e ilusiones de Alcalá Zamora caminaban por otros derroteros; su resistencia al proyecto anticatólico protagonizado por Azaña iba a ser sólo testimonial.
Este proyecto suponía de hecho una oposición frontal a la tradición cultural española, en unos tiempos en los que ésta estaba acosada por un modelo radical de socialismo.
Azaña, al igual que el resto del Gobierno, conocía muy bien la capacidad de Alcalá Zamora; ello le permitía redactar con tranquilidad una constitución que se ajustara a sus deseos.
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Alcalá Zamora

En su "Cuaderno de La Pobleta", Azaña describe una conversación que sostuvo con Diego Martínez Barrio. En ella, éste define con claridad a Alcalá Zamora: "Alcalá quería gobernar la República con una izquierda formada por el Partido Radical, una derecha dirigida por amigos suyos, interinamente, hasta que pudiera dirigirla él en persona, y una especie de oposición representada por el Partido Socialista". Martínez Barrio pertenecía al centrista Partido Radical.
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Alcalá Zamora vivía en "otro mundo", uno placentero e irreal en el cual él era el feliz protagonista, continuador del estelar papel que había interpretado en la defenestración de Alfonso XIII, trance que le sostenía en un estado contemplativo. Alcalá Zamora, político de percepción apática y reacción mezquina.
Alcalá Zamora ya no era útil para nadie, dimitió de pensar, de actuar, de crear, y eran momentos en los que se necesitaba engendrar una nueva sociedad, una constitución por la que se regirían los españoles, había que impulsar la maltrecha economía; de todo esto dependía la nueva vida de una nación. Y sólo actuó Azaña arropado por sus fieles del partido y por los socialistas asociados, y, al actuar, originó el principio irrevocable de la partición de España. Azaña no logró, en absoluto, elaborar una Constitución, un proyecto de futuro equilibrado o mesurado; su conducta consistió en zaherir al ciudadano en nombre de su propia idiosincrasia y en destruir todo aquello  cuya esencia él no compartía.

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Juan Negrín, Azaña y Vicente Rojo en Alcalá

Azaña consiguió lo que anhelaba en ese presente, no tuvo en cuenta lo viniente al ignorar o despreciar lo conveniente. Su filosofía política, que arrastró al pueblo español, estaba condensada en dos pensamientos, dos frases, dos hechos desgraciados: "Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano" y "España ha dejado de ser católica". Y lo peor del caso es que esa forma de pensar fue de inmediata aplicación. Soberbia y desatino se llama esa figura; sangre y ruina fueron las consecuencias.
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.¡Azaña! Con su doctrina radical ofreció base, primero, y alas, después, al socialismo estalinista, al celebrado estalinismo de los "Amigos de la Unión Soviética", con sus impunes incendios de templos; revolución sangrienta de Octubre (y la fallida del mes anterior); asesinatos callejeros culminados con el de Calvo Sotelo; deterioro económico y moral del país acelerado con la llegada del Frente Popular al poder, y, luego, a partir del levantamiento nacional: a los "paseos" y a los "Paracuellos"; e indirecta y en consecuencia a las muy duras represalias de los franquistas.

Azaña consiguió lo que deseaba en ese presente, no tuvo en cuenta lo viniente, y al cabo de los años todavía no había comprendido su error: ¡la culpa la tenían los católicos! Ahora bien, Azaña en su "Cuaderno de la Pobleta" ya reconocía sus errores y las consecuencias de ellos, escribía: "El Gobierno apenas cuenta con fuerzas armadas pues los sindicalistas tienen las armas en la mano. El Parlamento, muy a mi pesar, no funciona (...) los partidos tampoco funcionan".
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Sobre los sucesos de mayo de 1937 relató en el mismo ensayo: "(...) el espectáculo que ofrece Cataluña, en plena disolución. Ahí no queda nada: Gobierno, partidos, autoridades, servicios públicos, fuerza armada. Nada existe... sólo histeria revolucionaria, que pasa de las palabras a los hechos para asesinar y robar; ineptitud de los gobernantes, inmoralidad, cobardía (...)" ¡Azaña arrepentido!
Asesinatos cometidos por los milicianos.
Octubre de 1936, Casa de Campo


Azaña, en una reflexión que escribió en su diario el 11 de octubre de 1937, diario que se convirtió en sus "Memorias políticas y de guerra", se lee: "España ha dejado de ser católica, que muchos entendieron, o aparentaron entender, entre ellos Unamuno, como si yo negase que gran número de españoles profesaran el catolicismo". Días antes, el 6 de septiembre, había escrito: "La Iglesia española ha participado en esta guerra como en una cruzada contra infieles".
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Azaña quería olvidar o ignorar, ¿o le daba cien patadas?: la quema de conventos, colegios religiosos e iglesias, los asesinatos de toda clase de eclesiásticos ... y monjas. Su desfachatez era perniciosa; él deseaba que Iglesia y españoles en general se plegaran a sus designios; su soberbia nublaba su razón; al igual que se nubla hoy en día a los que teniendo cierta cultura no quieran, o no les interese, ver la realidad de aquellos cercanos tiempos, e insisten, por un motivo u otro, en alabar a Azaña.
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..                                            La Constitución en marcha


La Constitución estaba a punto de promulgarse. Había que ir preparando a los españoles. Con ese fin, Azaña pronunció un discurso en el Parlamento el 13 de octubre de 1931 (1).
Ese día, Azaña dividió a España en dos partes. La Constitución, que se promulgaría al mes siguiente, sancionaría de hecho esta escisión.
Manuel Azaña

Azaña comenzó su disertación con estas palabras: "Señores diputados (...) otros problemas que han de transformar el Estado y la sociedad española hasta la raíz. Estos problemas, a mi corto entender, son principalmente tres: el problema de las autonomías locales, el problema social en su forma más urgente y ayuda, que es la reforma de la propiedad, y éste que llaman problema religioso que es en rigor la implantación del laicismo en el Estado con todas sus inevitables y rigurosas consecuencias".
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El discurso, como todos los suyos, fue muy largo y estéril, enmarcaba una orden ajustada a sus deseos, a sus intereses, esos a los que tenían que someterse todos españoles. Al cabo de un tiempo hablando sacó la adrenalina a pasear: "... a esto que llaman problema religioso. La premisa de este problema, hoy político, lo formulo yo de esta manera: España ha dejado de ser católica; el problema político consiguiente es organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a esta fase nueva e histórica del pueblo español... Para afirmar que España ha dejado de ser católica tenemos las mismas razones, quiero decir de la misma índole, que para afirmar que España era católica en los siglos XVI y XVII" (2).
¡ Ay, España!
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Azaña en un mitin de
Izquierda Republicana
(1) En la línea anticlerical adoptada por la Segunda República, el 23 de enero de 1932, por decreto se disolvió la Compañía de Jesús, incautándose el Estado de todos sus bienes. La España Nacional derogó esta resolución el 3 de mayo de 1938.
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(2) Azaña murió en Montauban el 3 de noviembre de 1940. El obispo de la diócesis, Pierre Marie Theas, relató cómo le suministró la extremaunción y vivió sus últimos momentos. La gran cultura de Azaña le sirvió para acompañar en latín las oraciones del religioso; mientras tanto, un crucifijo se entrelazaba en sus manos.
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Miliciana por Robert Capa

Azaña, acusado de instigador en la sombra de la sangrienta Revolución de Octubre. Azaña, el títere de Stalin y de su PSOE estalinista. Azaña, el tardío arrepentido que partió en dos a España.
Ahora, Rodríguez Zapatero ha sentenciado: "La España que soñó el Presidente de la República Manuel Azaña fue la que más se aproxima a la España actual". La España de Azaña: sin rey, de fatal gestión económica, de continuos asesinatos de políticos, civiles y religiosos, de delitos callejeros, de libertinaje irracional, de quemas impunes de templos, de huelgas, de desfiles de niños con la hoz y el martillo, de los "Amigos de la Unión Soviética". ¡Pasmados estamos!
¿Nos aproximamos, o se desea vayamos camino de aquella España, o sólo son unas simples palabras? Y el caso es que José María Aznar, cuando era el líder del Partido Popular, también elogió a Azaña; eso sí, sin tanta vehemencia. Sin embargo, hoy es imposible avanzar por esos anacrónicos vericuetos que condujeron a la guerra civil.
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Miliciano aragonés
Fotografías. Manuel Azaña, en la cabecera, según portada de ABC.
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En orden descendente:
Fernando de los Ríos.
Caricatura de Niceto Alcalá Zamora.
Juan Negrín, Azaña y Vicente Rojo en 1937en Alcalá de Henares.
Madrid, entrada de los nacionales..
Asesinatos y vileza en la Casa de Campo, Madrid, octubre de 1936.
Caricatura de Manuel Azaña.
Miliciana española, por Robert Capa
Miliciano aragonés.
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Artículo 26 de la Constitución de la Segunda República
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Artículo 26. Todas las confesiones religiosas serán consideradas como Asociaciones sometidas a una ley especial.
   El Estado, las regiones, las provincias y los Municipios, no mantendrán, favorecerán, ni auxiliarán económicamente a las Iglesias, Asociaciones e Instituciones religiosas.
Azaña, óleo de José María
López Mezquita. Nueva York
Sociedad Hispánica
   Una ley especial regulará la total extinción, en un plazo máximo de dos años, del presupuesto del Clero.
   Quedan disueltas aquellas Ordenes religiosas que estatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado.  Sus bienes serán nacionalizados y afectados a fines benéficos y docentes.
   Las demás Ordenes religiosas se someterán a una ley especial votada por estas Cortes Constituyentes y ajustada a las siguientes bases:
   1. Disolución de las que, por sus actividades, constituyan un peligro para la seguridad del Estado,
   2. Inscripción de las que deban subsistir, en un Registro especial dependiente del Ministerio de justicia.
   3. Incapacidad de adquirir y conservar, por sí o por persona interpuesta, más bienes que los que, previa justificación, se destinen a su vivienda o al cumplimiento directo de sus fines privativos.
   4. Prohibición de ejercer la industrial el comercio o la enseñanza.
   5. Sumisión a todas las leyes tributarias del país.
   6. Obligación de rendir anualmente cuentas al Estado de la inversión de sus bienes en relación con los fines de la Asociación.
   Los bienes de las Ordenes religiosas podrán ser nacionalizados.