19 oct 2016

La Batalla del Ebro. Fundamentos y antecedentes



Batalla del Ebro, pontoneros


                                 
La Batalla del río Ebro       Primera parte


Las Brigada Internacionales, milicianos



La Batalla del Ebro supuso para el Frente Popular español la tardía expiación de los enormes errores cometidos desde que la Internacional Comunista, la Komintern, organizase el asalto al poder en la Segunda República de España, acción política en la que el éxito acompañó a los líderes de la Internacional y del socialismo español, que recientemente se había reconvertido en estalinista, tras el sangriento fracaso de la Revolución de Octubre de 1934, por la que apenas pagaron los líderes golpistas.
También fue acertado el planteamiento del proyecto y la provocación del Alzamiento Nacional. Hasta aquí, todo cerebral y perfecto. Sin embargo, las culpas a expiar en la Batalla del Ebro, antesala y sala de la derrota final del Frente Popular, comenzaron a fraguarse el mismo día del Alzamiento Nacional, en los aledaños del Cuartel de la Montaña y los despachos de la Komintern: la creación del Quinto Regimiento y de las Brigadas de voluntarios comunistas.
El deseo de Stalin, interpretado por la Komintern, consistía en identificar la situación en España a la habida pocos años antes en Rusia, donde se había conformado a plena satisfacción un ejército de voluntarios liderados por comunistas, que derrotaron a las fuerzas zaristas y, a continuación, al invasor Ejército Blanco. Esta aspiración de Stalin marcó el irremediable error por el que la Unión Soviética-Frente Popular español perdieron la guerra.
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Durruti

El Quinto Regimiento, así como el resto de las unidades frentepopulistas, fue el certificado vivo de la gran equivocación. Pensado detalladamente con suficiente anterioridad y puesto en marcha tan pronto como una mayoría de los jefes y oficiales del Ejército, una buena parte de la Guardia Civil, y todos los requetés y falangistas se sublevaron con el empleo de las armas contra la República.
El Quinto Regimiento supuso la desintegración inmediata del ejército tradicional de mandos profesionales y soldados disciplinados y entrenados, que fue sustituido por organizaciones dirigidas por un excesivo número de comisarios o afiliados comunistas, sin formación ni apetencia por la lucha, para de esta forma no morir en combate. Los milicianos, a la vez que disipaban sus deseos de revancha en aquella sociedad elitista de 1936, observaron como los comunistas al mando eran una burla social y militar, que solo proclamaban su ineptitud y cobardía en puestos de segunda línea de combate, o desde más atrás. El precoz fracaso de las fuerzas del Frente Popular estaba servido.
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En la Unión Soviética, los milicianos del Ejército Rojo habían padecido tanto las veleidades, sangrientas y antisociales del zarismo como los rigores de la Gran Guerra, en la que muchos de ellos habían tomado experiencia. Los responsables comunistas de aquel Ejército Rojo eran comunistas convencidos, bajo una gran dirección, que había sufrido, y creado un nuevo régimen redentor. En España, los comisarios comunistas estaban en los despachos o, a lo sumo, en la retaguardia. El fracaso del Quinto Regimiento tenía que haber sido previsto; en su lugar se licenció al ejército regular con algunos mandos y una mayoría de tropa adictos a la República del Frente Popular.
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Las inauditas victorias del coronel Juan Yagüe en Badajoz, Talavera de la Reina y Toledo no fueron suficientes para hacer reflexionar sobre su error a los líderes estalinistas españoles y a los soviéticos destacados en España. Éstos pagaron su ineptitud en los paredones de fusilamiento en su país, excepto la minoría que no regresó a la Unión Soviética.

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Mayo de 1937 y la preparación del ejército para la batalla del Ebro
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Juan Negrín

Todavía no se había cumplido un año desde el inicio de la guerra cuando se analizó que los milicianos más eficaces eran los anarquistas, cuyos dirigentes eran ellos mismos, anarquistas voluntarios que marchaban en cabeza durante la batalla. Pero estas columnas no atendían a las disposiciones del Frente Popular. De ahí que Stalin cursó instrucciones al Gobierno Central y a los regionales de Barcelona y Valencia para que se terminase drásticamente con tal situación. Barcelona se tiñó con la sangre de anarquistas y trosquistas en mayo de 1937. Buenaventura Durruti (unos meses antes había sido eliminado en Madrid), Andrés Nin y George Orwell, entre otros muchos colaboradores y aliados, antes o después certificaron la violenta agresión  que el Frente Popular realizó con ellos.
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Las purgas de mayo de 1937 alcanzaron al primer ministro, Francisco Largo Caballero, pues Stalin a través del PCE y su sindicato y los asesores de la Komintern encabezados por Palmiro Togliatti, con suma facilidad consiguieron la sustitución de Largo Caballero por Juan Negrín. Largo Caballero había premiado los excelentes servicio de los anarquistas a la causa del Frente Popular nombrando cuatro ministros anarquistas en el último Gabinete formalizado en noviembre de 1936, los cenetistas Federica Montseny, Juan García Oliver, Joan Peiró y Juan López Sánchez, un Gobierno en el que no figuraban ministros del Partido Comunista Español.
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Juan Yagüe
Si bien el motivo principal de los asesinatos cometidos en mayo de 1937 consistió en la intolerancia que Stalin mantenía hacia los disidentes del comunismo, hubo otro factor: la necesidad de acabar  con la ineficaz organización paramilitar del Frente Popular, creando un ejército con la estructura clásica, el debido entrenamiento de la tropa, castigando las indisciplinas y evitando las múltiples deserciones que existían, con la amenaza de inmediato fusilamiento. Un ejército cuya acción no se basara en la aceptación del credo comunista.
De esta forma el Frente Popular comenzó a preparar el ejército que tendría que dar la batalla decisiva para el porvenir del Frente Popular, la del río Ebro. 
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Esta modificación en la forma de proceder del estalinismo alcanzó a la organización del Ejército Soviético, y así Nikita Kruschev fue sustituido  en Stalingrado por Georgi Zhukov. Konstantin Rokossovsky y Nicolai Vatutin, que al igual que Zhukov y otros, eran militares antes que bolcheviques.
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Leer la segunda parte "Las batallas previas a la del Ebro. Teruel. Belchite"

"La batalla del Ebro"